lunes, 20 de abril de 2009

Todo por 20 pesos


El reloj me comía las zapatillas, y cada aguja desataba los cordones impidiendo mi avanzar.

Tres pasos, uno lentos y otro dos más rápidos para despistar al tiempo.

Con la misma prisa me subí a la micro, puse mi tarjeta con la misma seguridad de quien compra una sopaipilla en plaza Italia.

El chofer me miró con las cejas más negativas del mundo y bueno, me baje y camine por dos horas. Al menos no volví a ver nunca más esas cejas del "No".


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